Cositas escritas en el 24 y el 93. (2007)





Mi primer canción

Hace veinte años todo comenzó a suceder: La mañana atropellada, el delantal, el olor del papel borroneado. Y también las trenzas de las tardes, y esas cosas, que nos sucede en la panza y no sabemos bien por qué. En esos días, vi a mamá llorar una noche, reté a mi hermano que no paraba de joder, hice dormir a mi hermanita y cociné para mi. Papá no vino a dormir esa noche, y yo sentí que era grande y responsable por primera vez. Pensé en el amor, en la casa, en las dos trenzas de las tardes que saltan la soga y ríen cuando paso haciéndome el distraído. Mamá se durmió profundamente después de llorar, y eso, me puso muy triste. Yo, por primera vez, no dormí en toda la noche, y cuando todos soñaban, saqué la guitarra del ropero y toqué en el baño hasta que amaneció. Ese día no fui al colegio. Pero si pasé a la tarde por la vereda, para que ella con sus dos trenzas riendo me saludara. Pensé entonces, por primera vez, en hacer una canción.






El hombre del puente

Sobre la calle Piedras, debajo del puente, un hombre mira por la rejilla del subte. Yo paso. El hombre mira rendido, desinteresado del mundo, acariciando su barba oscura. Luego, retoma su mirada baja. El subte despide un viento tibio. El hombre frota sus manos.







Llegué

Yo, mariano Scialpi, nací un primero de julio de 1976.


Y llegué cuando el viejo se duerme en la cabecera de la mesa. Cuando la tía prepara café, y la abuela tiene un recuerdo de cuando era niña. Llegué cuando mamá da vuelta las tostadas negras. La perra mueve la cola y el sol no está porque es dos de julio, y yo voy a recordar de nuevo que nací un día, y que alguien se quedó allá en el sur, allá. Y así voy a nacer de nuevo, pidiendo un poquito de amor, o un poquito de torta. Y llegué cuando el sueño anida, en los ojos y en el alma. Llegué a la hora de los mates, a la tarde, cuando el mundo dice basta. Y se pone a recordar.









LUNA


El hombre tocó su boca. Recorrió sus dientes con la lengua. Estiró sus piernas debajo de las sabanas. Encendió la luz. Escribió unas palabras en una hoja. En silencio miró la luna y prendió un cigarrillo. Había dejado de fumar. El hombre miró las palabras escritas, solas en medio de la inmensidad de la hoja. El hombre nunca más durmió por las noches. La luna está alta y roja. Sopla el viento. La hoja está en blanco.








Aprendizaje


Con el sabor al primer pucho de la mañana, entrábamos a la escuela y el sol subía hasta el sol mismo de la bandera. Yo era otro y el mismo. La mañana abrazaba su carpeta de margaritas y era hermosa y nunca me saludaba. Cuando me cansaba de la profesora de matemática, tocaba el hombro de Elio y con permiso para ir al baño, uno detrás del otro, salíamos al patio y saltábamos el tapial de la escuela para irnos a la casa de su papá a escuchar música. Allá en su casa, que siempre estaba sola, yo levantaba algún libro del suelo, que leía mientras hervíamos fideos con aceite y sal. Luego tocábamos todo el día hasta el atardecer, cuando el sol se ponía rojo, y el mate decía basta. Y ya entrada la noche, pasaba Tony, el marido de mi mamá, a buscarme en su colectivo escolar. Mamá en casa me preguntaba cómo me había ido en la escuela. Yo le decía que bien. “ La música está llena de matemática, pero la matemática está sorda” le decía. Mamá detenía su cuchillo sobre al cebolla. Sonreía, y volvía a picar. Lloraba sobre la tabla. ¿Cómo es esa canción que cantabas ayer? Me preguntaba, mirando por la ventana de la cocina.

“Aprendizaje mamá. Aprendizaje”







La tarde mueve la cola

La tarde mueve su cola azul. Los chicos corren por un patio. La tele está callada: no hay noticias. El reloj marcó las seis: debo recordarte. Si estuvieras conmigo... hoy sería un poco perro que mueve la cola o chico corriendo despeinado... y no estaría solamente, esperando el silbo de la pava, y las seis de la tarde. Pero en el cielo hay vacas patas para arriba y la tarde mueve la cola. La paciencia acaricia su lomo azul.








TODO SIGUE



Ayer llorabas como un bebe. Y es increíble ver como todo sigue andando. Anoche todo fue tan irreal. Yo te veía prender un pucho tras otro, y nada nos detenía. La mirada duraba y era dulce y triste. Hay algo pendiente entre vos y yo. Y no pudiste. Tu boca se perdió delante de mis ojos, y apoyé mi frente en la tuya. Respiré tu dolor. Y no pude dejar de tenerte entre mis manos que temblaban un poco, sólo hasta que se acostumbraron nuevamente a tu suavidad. Siempre me pasó así. Pero la ventana fue despertando. Y es increíble como todo sigue andando.

Me abriste la puerta. Me diste un beso en la mejilla. Bajé a la calle con los cordones desatados. Caminé hasta un kiosco. Nunca hay monedas.










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